jueves, 10 de diciembre de 2020

El GRITO de la Navidad

 

Como cada años por estas fechas intento dejar mi granito de arena, siempre con el objetivo en mente de pensar en el bien común.

Una ligera voz baja me susurraba al oído: Busca en lastardesdete el texto Fantasía de Navidad de 2004. Un escrito de reflexión que aborda otra pandemia diferente a la que estamos viviendo, pero que no somos capaces de apreciar salvo sus consecuencias. Me refiero a la crisis de conciencia con la que no negocia, a la fatiga, a la inconsistencia y la incoherencia.

Mientras el mundo gira como hace milenios, las numerosas sociedades que habitamos en el planeta lo observamos, incrédulos y desorientados, sin llegar a comprender nuestro comportamiento egoísta y, en ocasiones, inhumano.

En la actualidad se encuentran abiertos más de veinte conflictos bélicos en el mundo y no deja de resultar paradójico que la Filosofía así como las diversas concepciones religiosas coincidan en un mismo punto, el sentimiento de paz y amor. Una línea de pensamiento que invitaría a la vida, ya que en este planeta todos estamos de paso y nadie puede llevarse nada en el último viaje. Esta sería una buena razón para querer vivir sin guerras contaminación, crisis de múltiples tipos.

Hemos conseguido abrir a través del tiempo una brecha gigante entre la Naturaleza y los seres humanos. Está claro que los que perdemos somos nosotros. Ya autores griegos como Platón en unos de sus diálogos, Critias, expuso que: En comparación con lo que había entonces, lo de ahora ha quedado -tal y como sucede en las pequeñas islas- semejante a los huesos de un cuerpo enfermo, ya que se ha erosionado la parte gorda y débil de la tierra y ha quedado solo el cuerpo pelado de la región. Entonces, cuando aún no se había desgastado, tenía montañas coronadas de tierra y las llanuras que ahora se dicen de suelo rocoso estaban cubiertas de tierra fértil. En sus montañas había grandes bosques de los que persisten signos visibles, pues en las montañas que ahora sólo tienen alimento para las abejas, se talaban árboles no hace mucho tiempo para techar las construcciones más importantes cuyos techos todavía se conservan. Había otros muchos altos árboles útiles y la zona producía muchísimo pienso para el ganado. Además, gozaba anualmente del agua de Zeus, sin perderla, como sucede en el presente que fluye del suelo desnudo al mar; sino que al tener mucha tierra y albergar el agua en ella, almacenándola en diversos lugares con la tierra arcillosa que servía de retén y enviando el agua absorbida de las alturas a las cavidades, proporcionaba abundantes fuentes de manantiales y ríos”.

Ahora que la pandemia nos ha golpeado de manera global ¿qué pensamos acerca de nuestra actividad y lo que hacemos sobre el planeta? La Tierra debe de estar ya harta de nosotros. La benevolencia de la Naturaleza es infinita pero seguimos machacándola. Es la cruel verdad, no es ninguna fantasía. No dejo de preguntarme ¿qué se les deja a los niños y niñas de hoy junto con las generaciones venideras?

Todo empieza y acaba en nosotros mismos. No hay más. La conclusión a esta línea de pensamiento es que nadie anda con nuestros zapatos, somos nosotros los que los llevamos puestos. El futuro dependerá de lo que reflexionemos hoy, ya que mañana será demasiado tarde. Es ahora cuando debemos de continuar haciendo frente a las pandemias. El virus y la crisis de conciencia impregnan nuestra existencia. A la conciencia no la vemos, pero sí que la sentimos. Nos grita desde nuestro interior, aunque nos hagamos los sordos olvidando que somos seres sociales y la dopamina genera felicidad, es decir, las acciones positivas te hacen crecer internamente al tiempo que su resultado se proyecta en el mundo.

Las personas de Ciencia tienen un gran peso porque van en busca de lo desconocido. Y lo hacen para todos, incluidos aquellos gobernantes vacíos de contenidos. La solución a estos problemas sociales, en línea de lo que plantea el conocido arqueólogo Eudald Carbonell, no estaría en el poder político sino en cada ser humano.

Como sabemos los médicos y los científicos contribuyen a salvar vidas y, sin embargo, los bolsillos están vacíos para la investigación y la educación, fundamental en cualquier país. La educación implica un trabajo con la familia y con uno mismo por lo que sus resultados recaen en la sociedad, ¿cuál es el estado de la educación en relación a esa conciencia con tanta tecnología y medios de información a nuestro alrededor? Asistimos atónitos al comportamiento incívico de determinadas personas que ignoran deliberadamente las recomendaciones sanitarias con el riesgo que conlleva. Se viven tiempos difíciles y todos queremos tener las cosas claras. Nos gustaría pensar que no será lo mismo después del virus y, ciertamente, hay muchos mecanismos y herramientas para no olvidarlo. Por eso debemos de tomar todas las precauciones posibles para no sentir más el GRITO desgarrador y ahogado de tantas personas que, desgraciadamente, ya no están entre nosotros y que se fueron con el calor humano de la mano de un médico o una enfermera, ante la imposibilidad de ser acompañados por su familia. Hagamos las cosas bien hechas para no tener consecuencias mañana en nuestra conciencia

Este té continuará más adelante en el blog. Como cada año dará la vuelta al mundo e irá a muchos gobernantes. Hoy quiero retomar la costumbre de mandar energía a una persona que valora y admiro. Me refiero al Sr. D. António Guterres, a quien deseo felicitar por su labor encomiable como Secretario General de la ONU, felicitación extensible al propio organismo en su 75 aniversario, deseándole muchos más éxitos.

Hagamos un brindis por la vida. 

martes, 24 de noviembre de 2020

Preámbulo del té de Navidad

 

Cuando era niña soñaba, recreándome en la decoración del árbol de la Pascua. Aún recuerdo a mi querida madre y a mi hermana, con la ilusión, engalanando el pino con su característico aroma, un olor que se sentía en toda la casa. Las bolas de colores, tan frágiles, y el conjunto de adornos me fascinaban. Una lección de vida.

Al llegar a la edad adulta todas esas situaciones infantiles cobraron fuerzas y a comenzaron a realizar mis deseos. En esta época del año, durante todo el periodo que precede a la Navidad, la casa se cubría de un manto festivo y se percibía la energía que nos envolvía, nos hacía compartir, ser más felices para recibir, en estas fechas, a la familia y los amigos a tomar el té.

 

  

Todo es cuestión de costumbre. Los valores la educación, que mi hermana y yo recibimos en nuestros primeros años, fueron básicos. Honestidad, generosidad, respeto por nuestros mayores, empatía…habrían de formar la personalidad de ambas. Aspecto al que, sin duda, ayudó nuestro entorno que también fue favorable.

 


 Fueron muchos años de felicidad, un largo lapso que ahora ha cambiado. Los tiempos modernos nos dirigen hacia la frialdad virtual, apática e insensible. Milenios de socialidad que, de repente, nos faltan. En el fondo sin esas relaciones, sin mirarnos a la cara, los ojos, intercambiar sonrisas, besos, gestos y abrazos... ¿hacia qué sociedad nos dirigimos? Cuando las personas se abrazan el cuerpo segrega oxitocina, es el vínculo social que tanto nos beneficia.

 



 

Años atrás se vivieron instantes muy agradables, se sintieron muchas emociones y se hicieron amistades. Me comentaba mi querida amiga Salwa, gracias a ti, Vicky, he conocido a personas lindas. Una experiencia para todos.

 


 Ella era una gran anfitriona, un regalo que nos dio la vida al permitirnos conocerla, así como a su marido Adnan. Hoy a sus hijos, a sus esposas y nietos los considero parte de mi familia.

En aquel tiempo la magia de la Navidad comenzaba por la entrada hasta la cocina. En esos días el arte de la repostería fluía con soltura entre mis manos con mayor variedad. Ahora cierro mis ojos y veo realizado mis sueños. Las recetas son variadas, unas representan el legado de mi abuela Doña Concha, otras son de Salwa -que me enseñó a hacer los maamul tan ricos, típicos de su país el Líbano-, algunas son griegas, francesas, alemanas árabes y hebreas. La cocina de casa representa la multiculturalidad de mi propia existencia, un lujo para el paladar y los sentidos. Es bien cierto que la vida es algo que sucede cuando hacemos planes y nos sentimos realizados, al compartir con los demás.

 

Con los años se van perdiendo muchas personas queridas e inolvidables que antaño participaban y asistían al té, como mi madre, mi marido, Salwa y su esposo… ya no se encuentran entre nosotros. Lo mismo que les ha sucedido, este terrible año de pandemia, a tantas familias para quienes la pérdida de un ser querido es un golpe de mayor dureza. A los que ya no están los recordaremos mientras vivamos, permanecen en nuestro interior y nos acompañan allí donde vamos. Nos proporcionan las fuerzas necesarias para seguir con una sonrisa de esperanza. A pesar del dolor, la vida seguirá su curso como lo ha hecho siempre y las nuevas generaciones verán cosas que no pueden ni imaginar. Y entretanto la humanidad seguirá su proceso evolutivo. Ninguna persona podrá jamás forzar ni forjar nuestra imaginación. La mente la tenemos que tener a nuestro favor con el objetivo presente del bien común, sin caer en fanatismo de ninguna índole.

Señores, les invito a compartir el té de Navidad. Para terminar brindemos por la vida, que sea dulce para todos.



 











sábado, 18 de julio de 2020

Feliz cumpleaños

Hoy, 18 de julio, he cogido unos de mis antiguos álbumes de fotos de las tardes de té para recordar, cierro mis ojos y sonrío.

Toda mi vida hemos tenido invitados en casa, es cuestión de cultura. Hace más de 38 años que comencé a prepararles y servirles el té con sus pastas, más de 22 ofreciéndolo por internet y es bien cierto que es más difícil servir que ser servido.

Cuando pienso en las horas que he destinado a las tardes de té, considero que es un tiempo muy bien empleado para lo más valioso que tenemos, la vida. Al igual que en el cuento del Principito, también me siento responsable de mi rosa, es lo que la hace importante. Desde mi óptica personal puedo decir que ha sido una gran experiencia, muy interesante para evolucionar como ser humano, conocer y valorar todo lo vivido a lo largo de este gran ciclo.

      

Cumplo 75 años, me siento bien, como siempre positiva dado que la queja no sirve de nada. Cuando medito sobre lo que me gustaría hacer en mi mente se proyecta lo que he hecho siempre, compartir y celebrar mi cumpleaños con la familia y los amigos. El año pasado fue en París, con mi hermana y unos amigos. Me encanta la capital de Francia, con tantos museos, parques, monumentos, Notre Dame… 



El anterior en Florida, en el Rancho de mis primos Gloria y Russell, en un almuerzo inolvidable con muchas personas que me obsequiaron regalos como si fuera una niña pequeña. Pero este año un nuevo actor ha hecho acto de aparición en la escena, el coronavirus. Una oportunidad para estar aquí, en casa, en las Islas Afortunadas, concretamente en Gran Canaria. Justamente es como me siento, afortunada y querida, un resumen de lo que ha sido toda mi vida.


He de ser realista y optimista, ya que con los años vemos desaparecer la juventud. No debemos ponernos tristes pensando en ello, al contrario. Hay que aprovechar la experiencia para que sea útil a los demás y a uno mismo, hacer lo que se nos quedó atrás como leer todas esas obras pendientes, visitar lugares cercanos pero también a otros más lejanos, recorrer los Parques Nacionales y del extranjero… la Luna si se tercia. Hasta que llegue el viaje que tenemos todos programados desde que nacemos, la última aventura.

Uno aprende a vivir como si no fuera a morir y esta es mi reflexión del té de hoy. Como nos recuerda el conocido filósofo francés Michel de Montaigne: “No me importa tanto lo que soy para los demás como lo que soy para mí mismo. Si vivimos como quieren los demás, eso indica esclavitud. No podemos ser prisioneros de nada ni de nadie. Por favor sean felices, no lo olviden, en algún momento nos reuniremos en una fiesta.