Un año más nos unimos a
la celebración del día de la Tierra, hoy 22 de Abril. Como bien sabemos, las
situaciones contemporáneas son las consecuencias del pasado y de las actividades
del presente. En este momento parece que estamos en un nuevo proceso de cambio,
de prestar atención de forma global a nuestra conciencia, es nuestra responsabilidad
ya que lo que hagamos ahora repercutirá en el futuro de las nuevas
generaciones. Por este motivo tendríamos que concentrar todas nuestras energías
con la Naturaleza y con nosotros mismos, pues si algo se puede sacar en claro
de esta crisis es el lado solidario que ha emergido en muchas personas.
De nuevo el planeta nos pone
a prueba como especie, no al resto del reino animal que campa a sus anchas y
recupera con suma facilidad esos espacios, hasta hace nada, vetados para ellos.
¿Cuál ha sido nuestra reacción al conocer la noticia del coronavirus? ¿confinarnos
en casa para evitar el contagio? El miedo, como respuesta emocional, es libre y
nos hace reaccionar cuando vemos un peligro cercano. Los humanos, como grupo,
en cierta medida, nacemos para preservar el ciclo de la vida en la Tierra, no
para maltratarla, contaminarla y arrasarla con experimentos o guerras.
La vida no es un juego, es
un derecho y está por encima de los gobiernos, creencias, los intereses particulares,
etc. Todos llegamos al mundo desde la oscuridad buscando la luz y, cuando por
fin la encontramos, lloramos de alegría por el regalo de la existencia, por encontrarnos
en un hermoso planeta verde y azul.
La Naturaleza no engaña, ni
daña, lo que hace es darnos más y más oportunidades. Los latidos de la Tierra se
muestran lentos pero su furia aumenta como se puede percibir y sentir. Al menos
una parte de la sociedad se muestra plenamente convencida que la Tierra es
nuestra y que pueden hacer lo que quieran por su ambición hacia ella. Sin
embargo, el planeta no es de nadie, como bien reflejó el jefe indio Seattle de
la tribu Suwamishen (1865) en su conocida carta al presidente de los Estados
Unidos, Franklin Pierce, en todo caso de sí misma como parte del Cosmos. Tendríamos
que vivir en armonía con ella, valorarla, amarla y darle gracias una y mil veces
por todo lo que nos regala cada día. ¿O acaso no tenemos solución?
Nuestra actitud puede
marcar desde ya el éxito o el fracaso, evitemos que se puedan repetir épocas de
atrasos culturales y sociales de todo tipo a donde nos han llevado periodos
regidos por los fanatismos y la ignorancia. Como sabemos, somos más de siete
mil millones de almas que, de forma asimétrica, consumen en muchos casos desaforadamente
los recursos naturales del planeta, cuando solamente un árbol tarda varios años
en crecer y dar frutos pero se tala en apenas diez minutos. ¿Acaso no se piensa
en este tipo de hechos? La cultura, la cooperación, la ciencia y la
investigación es lo que nos ha permitido llegar a nuestro estadio evolutivo inteligente.
La extraordinaria capacidad que tiene la mente humana para concentrarse en algo,
unido a su inventiva para proporcionar soluciones a los posibles problemas, es sorprendente.
Estas líneas quieren
trasmitir un momento y una ocasión para la reflexión, sea poca o mucha, pues la
visualización, como la meditación, nos ayuda a navegar por los mares interiores
y ampliar los límites de nuestra realidad; viajes de exploración y
descubrimiento que nos podrían dar información y pistas útiles para el futuro. Nuestra
mente es una fuente de energía inagotable y si la sabemos aprovechar, entre
todos, sería un gran paso para conciliarnos con la Naturaleza. Para terminar únicamente
me resta ofrecerles un gran abrazo de árbol.
No olviden sacarle brillo
a la vida, hasta los metales lo necesitan.
Fin