martes, 20 de noviembre de 2012

El té de Navidad en Fuerteventura


Para beber una taza de té especial en Navidad, toma tu tiempo en compañía de la familia, amigos o por internet. Los momentos buenos hay que cogerlos al vuelo para no perderlos. Cada uno en su mundo y con sus circunstancias. Poneos cómodos, relajados, este té es diferente, espeso y claro al tiempo.

Hoy voy a hablar de algo que deseamos alcanzar y tememos al tiempo: la vejez…

Quise dejar para el final la isla de Fuerteventura por ser la más antigua. La primera que emergió del Océano Atlántico empezando a formarse hace unos 15 millones de años. Cuando visitas la isla no te deja indiferente y te invita al regreso. Es muy atrayente, te fascina por sus inmensas playas de arena fina, blanquecina, y su brillante luz.

La isla tiene una extensa ganadería caprina y elaboran sus famosos quesos majoreros. Siempre que puedan no dejen de hacer una escapada a Fuerteventura y visitar la montaña de Tindaya, que constituía un lugar sagrado para la población aborigen de la isla, los Majos. Notarán su energía. En 1924 la isla recibió la visita del ilustre escritor D. Miguel de Unamuno, enviado al destierro por cuestiones políticas, quien supo disfrutar del tiempo que duró su estancia en la misma.

Obra de Lucas de Saá
 Escribir sobre la vejez no es tarea fácil. Cada año el té de Navidad es un tema distinto y un reto.

La vejez es un proceso natural de la vida, difícil de asimilar. Todos queremos cumplir años, pero no llegar a viejos. El ser humano tradicionalmente ha querido ser eternamente joven, como nos recuerdan muchos mitos. El retrato de Dorian Grey lo refleja muy bien. Los años han de verse de frente y no de reojo. Todos tenemos que asumir el paso del tiempo; a veces se esquiva, pero no se esconde.

El secreto de verse o sentirse mayor es saber aceptarse a uno mismo. Una cosa es el espíritu, que es inmortal, se mantiene joven, te motiva, te da fuerza, coraje… empujándote a hacer múltiples actividades; y otra, bien distinta es el cuerpo, una envoltura agradable de ver que se deteriora con el paso del tiempo, aunque lo cuidemos.

No podemos pensar que en la senectud la vida se acorta, eso hay que rechazarlo. Uno se puede volver viejo a cualquier edad. Una vida vacía carente de substancia da pena, por tanto llenémosla de optimismo y alegría, nos irá mucho mejor. No olvidemos que es un privilegio llegar a ser mayor. Una persona que no llega tiene pocas experiencias que contar. Es la edad dorada, por tanto. Si no la disfrutas, es lo que te pierdes.

No hagamos que el tiempo del que está hecha la vida se nos quede corto. Por cierto, ¿cómo lo llevas…?

En la mirada y en el corazón del anciano anida la curiosidad por la belleza, el respeto y el sentido de la vida. Nuestros mayores son una referencia para los que vamos llegando a la longevidad. En la antigüedad la vejez era muy apreciada, se le rendía honor y debería seguir siendo así. Hoy, gracias a los mayores las familias salen adelante a pesar de la crisis, para vergüenza de los políticos. Los mayores nos demuestran que tienen alas y aire para elevarse por uno mismo y los demás.

A los veinte años los segundos transcurren deprisa, a los ochenta se ven más lentos pero su paso es el mismo. Con veinte la vejez queda lejos, se está en la flor de la vida, todo es hermoso y conlleva grandes dosis de sueños e ilusiones. Se tiene todo el tiempo por delante para explorar la vida, vivirla y dejar huella. Los mayores poseen en general la serenidad y sabiduría que da la experiencia de haber visto numerosas primaveras; la juventud es impulsiva y llena de energía, a veces tiene pajaritos en la cabeza que al final vuelan.

Parece que fue ayer cuando muchos de nosotros estábamos en plena juventud, hoy perdida, pero siempre, siempre, vivida. El ser humano sigue soñando con la máquina del tiempo, con el ideal de esa esperanza de vida que ha ido aumentando en los últimos años; muchas personas a cierta edad se preocupan por el reloj biológico mientas que otras son esclavos del tiempo, pero se les olvida vivir y disfrutar del que tienen. Solo la madurez junto con las arrugas de los años vividos es lo que nos avala. 

 Hoy existen trucos para retrasar el envejecimiento, no así el tiempo. No importan las arrugas, lo importante es ser feliz, tener una mirada limpia y una conciencia tranquila. La felicidad en la ancianidad es el desapego de las cosas, es cuando se ha entendido sin duda alguna la realidad de la vida que es una, frágil y fugaz. Por mucho que dure, tan solo es un instante en el tiempo. 

La existencia también es imaginación y creatividad: si la creas, la vives, así de sencillo. Cuántas veces hemos oído decir: “Si tuviera otra oportunidad…”, o “si pudiera congelar el tiempo”...

Pero ese es un sueño en vano. Por tanto, hoy puede ser el primer día de tu vida, no dejes de aprovecharlo. Disfrutemos de ese tiempo de nuestra vida felicitándonos por haberlo alcanzado.

Recordemos a Platón: “La belleza es del alma. No importan los años”. Las tardes de té brotan de la rutina de mi existencia y siempre será un grato recuerdo para todos. Toda una vida recibiendo en casa deja muchas huellas. Feliz Navidad y paz.

Como una culminación de lastardesdeté dedicadas a las Islas, los marcapáginas de la Editorial Linca, que han viajado por el mundo, este año hemos tenido el honor de la participación del genial pintor Lucas de Saá con una de sus obras.