Buenas tardes, amigos.
Hoy el té es agridulce. Debo comenzar estas líneas con una reflexión que hemos escuchado en numerosas ocasiones, pero no por ello es menos acertada: nunca se sabe las vueltas que da la vida. Una mañana nos levantamos y podemos observar que a nuestro alrededor el escenario ha cambiado de forma súbita. Una situación a la que tristemente asistimos en directo, en estos momentos, en ese rincón del Atlántico que es La Palma.
La bien llamada isla bonita, perla valiosa del Atlántico, que siempre ha brillado y brillará por sí misma… a pesar de las dificultades. Un territorio insular que te atrae y te seduce cuando, por primera vez, la visitas y que te hace volver.
El 19 de septiembre sus ciudadanos temblaron. Después de cincuenta años de calma un nuevo volcán rugía, se desperezaba y se asomaba por el horizonte. Desde hace unas semanas sus habitantes están inquietos y no pueden ni siquiera dormir por el tronar del cráter destructor. La zona Sur se encuentra en parte devastada y verla resulta sombrío, quemada y ennegrecida por la lava que corre a su antojo. A lo que se añade la omnipresente ceniza y la angustia por desconocer la fecha en que llegará a su fin este proceso eruptivo, pero su tierra es mucho más de lo que hoy vemos.
La Palma es singular y extraordinaria por su gente, amables por naturaleza y muy trabajadores. Y debemos de reconocerles, además, una virtud, la confianza en sí mismos, esa gran capacidad que les da fuerza ante la adversidad. Para comprender su compleja alma isleña, hay que entender primero su historia, su cultura, su nobleza. Buen ejemplo de esa raigambre lo podemos encontrar cada lustro en la popular Danza de los enanos, que desde 1905 se celebra como la conocemos en la actualidad, pero cuyos orígenes se remontarían a 1676 con la celebración del Corpus Christi. O su extraordinario Astrofísico, conocido en todo el mundo, que tuvimos la suerte de visitar hace años. Una maravilla de la ingeniería y de la tecnología.
Y, por supuesto, no podríamos dejar de lado uno de sus principales motores económicos como es la agricultura, esa que se ha visto afectada por la erupción y tristemente visibilizada en las plataneras. Unos cultivos que eran un placer para la vista y una delicia al paladar, que nunca han faltado en casa, ahora se encuentran dañados y oscurecidos por las cenizas. Un escenario a cuyo alrededor han surgidos retos como “Un plátano por La Palma”, con el objetivo de ayudar a sus habitantes.
En estos momentos en los que la adversidad y las coladas de lava han modificado el paisaje de la cara suroeste de la isla, la empatía con nuestros vecinos de la isla se hace más necesaria que nunca. Vamos arrimar el hombro para que sea un poquito menos pesada esa carga, si así se puede decir. Dar puede ser y será un efecto dominó para los palmeros, la ayuda es fundamental. Ellos se levantarán como antaño, hicieron frente al San Juan y al Teneguía.
Lejos de la cara negativa, la otra es la de la esperanza. Una faceta activa y positiva para las personas que no se resignan ni se derrumban. Esta es la mejor medicina para sanar las heridas provocadas como consecuencia de la erupción. No ha sido un espectáculo destinado a satisfacer a los turistas, ha sido un drama enorme. Los viajeros llegarán de nuevo para disfrutar de sus paisajes y compartir experiencias con sus gentes, siempre tan hospitalarias, generosas, serviciales, amables y alegres con quienes les visita desde el respeto. A veces la vida golpea duro como les ha pasado a ellos, pero saberlo encajar los hace más fuertes, ese es el mérito de los palmeros y mi admiración por ellos.
Todos solidarios con La Palma.
Les invito, si lo estiman oportuno, a sumarse al reto o enviar la cantidad que deseen al propio Cabildo Insular de La Palma a través de la cuenta: ES47 2100 9169 0122 0017 9456
Disponen de mayor información en la web de la institución:
https://cabildodelapalma.es/es/como-ayudar-afectados-volcan-de-la-palma
Muchas gracias.
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