Son muchos los motivos
por los que tenemos que preservar los bosques a toda costa y, quizás, uno de
los más importantes sea la capacidad de proporcionarnos agua de calidad, ese
elemento fundamental para todos los seres vivos incluida la especie humana.
Pienso, por ejemplo, en
una pequeña semilla de árbol que, encerrada en su interior, lleva miles y miles
de posibilidades. Cuando germina es toda una fiesta de la Naturaleza. Primero
sale el brote, luego la flor y, por último, el fruto que nos lo regala a cambio
de nada.
La Naturaleza es tan
generosa y que poco la valoramos. Un árbol no muere porque pierda una rama, al
contrario, con la poda coge más fuerza y energía. Muere cuando el por accidente
o intencionadamente arde el campo. Más allá de todos los intereses de los
gobernantes y las industrias, hay que cuidar la salud de la Tierra y no debemos
permitir que se siga contaminando el espacio donde convivimos. Sin duda, si
dejamos de usar tantos objetos de plástico, unido al abandono de pesticidas y
demás venenos redundará no solo en nuestra salud, sino también en la del
planeta.
Lo que estamos haciendo
no puede más que definirse como un comportamiento claramente nefasto. No
olvidemos que los bosques absorben el C02 que nosotros provocamos por la
contaminación de los vehículos motorizados, las continuas guerras… La
Naturaleza tiene sus propios proyectos. Basta que “respire” y se mueva la
tierra para darnos cuenta de nuestra fragilidad. Sin embargo, los humanos
pensamos que, con tantos avances y tecnología, somos nosotros los que tenemos
derechos a esos proyectos, sin pensar en las consecuencias de todo lo que le
estamos haciendo hoy día al planeta Tierra.
Hay mucho de bueno en
este mundo para disfrutar si, respetamos y cuidamos de él. Solo somos sus huéspedes
y por tiempo limitado. El de nuestras vidas.
Felicidades madre Tierra.
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