Después de 33 años aún
conservo en mi retina la imagen de sobrevolar la ciudad de El Cairo de noche,
con las pirámides iluminadas.
El
visitante que llega a Egipto y que se acerca a los monumentos quiere percibir
sus roces, sentir la energía de los antiguos faraones y oír las voces que surgen
de cada rincón de las piedras, pisar la tierra por donde pasaron tantas gentes.
En este entorno uno parece que vuelve a esa epoca.
Tomar un té navegando
en una falúa en el Nilo “produce” una sensación de vértigo. Un ancestral río
que rebosa historia, fuerza, energía, vida y misterio. Siempre he tenido
intención de volver y sentir en mi piel toda esa energía que se acumula por
todas partes. Aquí no puede terminar mi sueño de esta etapa de mi vida ni puede
ser Egipto un viaje del pasado. Hoy hay que esforzarse por vivir la vida en paz,
sin miedos y mirar hacia adelante a cada paso que damos.
¿Qué dejaremos nosotros
para la Historia? Hoy contemplamos los restos de la civilización de los antiguos
egipcios, ¿pero qué hemos aprendido? Nos
dejaron una herencia milenaria, las inolvidables pirámides, los templos de
Karnak y de Luxor, el majestuoso Abu Simbel con sus gigantescas estatuas… y una
vez en su interior se te corta la respiración de ver tanta grandeza y la
imaginación hace su aparición. Disfruté mucho en el Museo de El Cairo, en fin a
cada paso que daba.
El ser humano desde que
descubrió su capacidad de levantar el brazo contra su semejante se sumergió en
su laberinto interior y sigue perdido al día de hoy por el egoísmo y la
avaricia. Las guerras y el sufrimiento han acompañado a los humanos desde todos
los tiempos. ¿Es esto la evolución y el desarrollo humano?
Tenemos la obligación
de abrir vías para llegar al entendimiento global, tan necesario para vivir en
paz.
Siempre fui una
enamorada de Egipto y me duele el sufrimiento de su pueblo.
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