PINCELADAS DE AYER Y DE HOY
El té de Navidad es, para mí, una
presentación anual de mi humilde persona, mi forma de ser y mis raíces. Una
nunca debe olvidar su esencia. Por estas fechas, el té se vuelve insustituible,
un placer que acompaño con pastas caseras a las cinco en punto. La niñez es un
tiempo en el que recibimos mucha información que acumulamos para el futuro;
esos años crean nuestra identidad, y es difícil olvidar su influencia.
Recuerdo momentos inolvidables de mi
infancia junto a mi querida hermana en el Consulado americano de Tánger, la
antigua Legación, que hoy es un bello palacete árabe convertido en museo. Más
tarde nos mudamos a una villa, donde convivíamos con los marines destacados en
Marruecos. Por estas fechas, mi madre y algunos de ellos decoraban el árbol de
Navidad, mientras otros preparaban el clásico popcorn. Nos contaban historias
de sus familias, que añoraban en esos días, y nosotras procurábamos alegrarles.
Tuvimos una infancia privilegiada: bien
educadas, con valores, y mimadas con cariño. Sin embargo, la guerra de Corea
siempre ha estado presente en mi mente desde pequeña. Hoy, quiero recordar a
los marines que conocimos, especialmente al Capitán C. C. Kirk, una persona
entrañable y generosa, todo un caballero al que queríamos mucho. Él y otros marines
y mi madre solían visitar la base americana de Port Lyautey, hoy Kenitra, y
regresaban cargados de regalos. Un día, llegó la noticia de su traslado a
Corea. Poco tiempo después, una bala acabó con su vida. Las guerras tienen ese
cruel efecto: arrebatan a seres queridos y destruyen vidas inútilmente. Como la
menor de las niñas, no encontraba consuelo ante esa pérdida.
Ahora, desde mi salón, contemplo un mar
sereno, aunque el mundo no lo está. Se perciben malas energías con todo lo que
está sucediendo. Intento gestionar mis pensamientos en este momento de soledad.
Goethe decía que “la audacia contiene en sí misma genio, poder y magia” siendo
esto último lo más valioso para mí. Si creemos en nosotros mismos y practicamos
la meditación, podemos encontrar equilibrio. Meditar nos ayuda a ser
conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor, a escuchar, y a mantener la
paz interior, la salud y la memoria.
No hay obstáculos insuperables cuando
hacemos lo correcto. Todo tiene su recompensa o su destino. Llegará el día en
que los seres humanos valoren su espíritu y aprendan a decir “no” a tantas
guerras, conflictos e invasiones, pues todo tiene consecuencias. Tales de
Mileto (s. IV a.C.) señaló que lo más difícil del mundo es conocerse a uno
mismo, mientras que lo más fácil es hablar mal de los demás. ¿Se hacen hoy día
estas reflexiones los gobernantes? Todo ocurre con demasiada rapidez.
La codicia, el ego y el poder perpetúan
los conflictos. Platón ya advertía sobre los malos gobernantes, y Nikola Tesla
dijo: “No me importa que me roben las ideas; lo que me sorprende es que no las
tengan”. Un buen político trabaja con honradez y neutralidad para dar
prosperidad a su país, y eso es lo que debería valorarse. ¿Qué vemos en la
televisión? Políticos que no ofrecen buenos ejemplos. Jesús de Nazaret nos dejó
un legado de paz y amor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” Pero
¿qué hacemos con sus palabras después de dos mil años? Nos armamos con lujos
bélicos para destruirnos mutuamente.
Todas las armas conducen al mismo fin: el
sufrimiento humano. Atacan a las ciudades, a la naturaleza que nos alimenta, y
a los derechos humanos, mientras la inteligencia y la conciencia permanecen
intransferibles. Como dijo Albert Einstein: “El mundo no será destruido por
quienes hacen el mal, sino por quienes miran sin hacer nada”. Nos dirigimos de
nuevo hacia las tinieblas, esos tiempos oscuros que ya hemos vivido. No
aprendemos.
Pienso en las familias masacradas y en los
niños y niñas inocentes que, desorientados y hambrientos, pierden su alegría.
Ellos son el orgullo y la ilusión de sus familias. Mi madre siempre nos enseñó
que lo más valioso no es el oro ni el poder, sino la salud, el amor, el respeto
y la felicidad. La verdadera felicidad es sonreír sin dolor, con el alma llena
de dicha. Queremos escuchar las risas de los niños, verlos jugar y correr sin
miedo.
Nadie se lleva nada de este mundo. Lo que
dejaron las antiguas civilizaciones son conocimientos que hoy admiramos en los
museos, y nada más. Esta tarde de té me inunda un canal de sensaciones y
recuerdos. Sean felices, porque la vida es preciosa, aunque pueda cambiar en un
instante. Han visto lo que ha ocurrido en Valencia, España.
Hace un año, creí que mi momento había
llegado y me iba a ver a San Pedro. Sentí la mano de un aliado que me dijo:
“Tú, Vicky, vas al quirófano”. El Dr. Carlos Fernández Quesada me rescató de
ese paseo inminente y me operó con éxito de madrugada. Hoy, estoy aquí para
felicitarles la Navidad y dar las gracias a este gran profesional de la
Seguridad Social y a todo su equipo, sin olvidar a los doctores Juan Hernández
Romero y Antonio Acosta Socorro, quienes estuvieron a mi lado.
Finalmente, el té de hoy rinde homenaje con
nuestras energías a los Cascos Azules españoles en el Líbano, por su
contribución a la Paz y la Justicia.
Dejemos volar la mente viendo esta bola de
Navidad. Y así entrar en un mundo feliz para todos y todas.
Portada de la revista Moroccan Courier del 6 de noviembre de 1953.
Grupo de Marines con los que convivimos.
Mi madre con el Capitán Kirk y el marine Chanesca.
Mi madre visitando un navío en Tánger.
Capitán Kirk
Marine Cook
Foto de la época.
Mi tía Agnes, que vino de visita desde Bostón y la prima Gloria.
Uno de los marines con quien escuchábamos música clásica
Las hermanas siempre juntas y vestidas como gemelas
Mi hermana morena con ojos azules y yo rubia con ojos castaños
Con mi madre, mi hermana y el marine Sam